Francisco Rivas: Reversión de la Historia y reparación


Renée Darmon

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♦ Cambio de perspectivas y reconstrucción de la historia: rechazo de la historia oficial
♦ Reparación y rehabilitación
♦ Conclusión



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Francisco Rivas ha tenido un recorrido fuera de lo común. Es profesor de Neurocirugía, licenciado en filosofía antigua y en literatura latinoamericana. Empieza a escribir novelas durante los primeros años de la dictadura de Pinochet, en que la censura le obliga a adoptar el seudónimo de Francisco Simón. Diez novelas, dos volúmenes de cuentos y dos ensayos componen su obra hasta el momento: El informe Mancini, editado en Colombia, es de 1982; Martes tristes de 1983; Los mapas secretos de América de 1984; Pequeña leyenda de una ciudad ocupada e Historia de la periferia de 1987; Todos los días un circo de 1988; Diez noches de conjura de 1991; El banquete de 1993; Una historia al margen de 1994, La historia extraviada fue publicada en 1997; El pulmón del general en 2001; El fabricante de ausencias en 2009.

Lo que caracteriza la ficción de Francisco Rivas es el deseo de reparación que va declinando en muchas formas, apoyándose siempre en un contexto histórico. Sus protagonistas van en busca de un ideal pese a las circunstancias históricas desastrosas que les cabe vivir: censura, opresión, dictadura, explotación, persecución. En su ficción se conjugan reparación y rehabilitación en la medida en que Rivas opta por otorgar el protagonismo a la gente anónima, la que obra a la sombra de los pudientes sin comprometerse con ellos, a la gente que no dispone de la palabra ni de cualquier modo de comunicación, ni siquiera de la libertad de acción, ni por supuesto del poder político. Rinde homenaje póstumo a los desconocidos que participan de la Historia y que nunca figuran en los libros de la llamada historia oficial. En su última novela El fabricante de ausencias,(1) explora otro aspecto de la dimensión de reparación incluyendo lo físico, lo psíquico.

La primera parte de esta comunicación tratará del cambio de perspectivas y de la reconstrucción de la Historia pasando por el rechazo de la historia oficial truncada las más de las veces por la censura. En segundo lugar, observaremos que la reversión de la historia va acompañada por la noción de rehabilitación y reparación tanto individual como colectiva.




Cambio de perspectivas y reconstrucción de la historia: rechazo de la historia oficial

En la obra de Rivas se destaca el rechazo de la historia oficial, asimilada a las alocuciones pronunciadas, por ejemplo, por el dictador que usa un léxico vacío y pomposo para enaltecer el amor a la patria y justificar la opresión que pesa en el pueblo. Rivas rehúsa este discurso monolítico y unívoco. La ficción pone también de manifiesto las omisiones voluntarias operadas por la censura omnipresente. En Todos los días un circo,(2) por ejemplo, los dos héroes de la revolución chilena de 1891, Barbosa y Alcérreca son voluntariamente omitidos por los partidarios del poder totalitario, y, al percatarse de ello, el  director del liceo frecuentado por los dos protagonistas, les incita a ponerse en busca de la historia verdadera, pese a los pocos documentos que los jóvenes encuentran al respecto.

El propósito del escritor es la subvertir la historia manipulada, adormecida por el poder, en favor de una visión más auténtica que despierta las conciencias, restablece los vacíos, da fe a los verdaderos actores de la historia, los que la hacen y la practican día tras día, sin buscar beneficios personales materiales ni políticos. Tal es la apuesta de Francisco Rivas.

Francisco Rivas propone otras alternativas en sus relatos, otras perspectivas que la versión conocida y unánime. Es Historia, pero historia revisitada según el postulado “lo que pudo haber pasado más que lo que sucedió” (El informe Mancini, p. 57).(3) Rivas abre el campo de los posibles rehusando las cosas tales como han sido, interrogándolas y proponiendo otra versión, otra visión, dejando así espacio a la imaginación y a la esperanza. Lo que prevalece es la elaboración de otras interpretaciones, otra aproximación, otra percepción.

A nivel de los acontecimientos, el lector nota al principio de La historia extraviada,(4) una reversión no tanto en los resultados y consecuencias de los hechos históricos sino en el modo como las cosas pasaron. El relato estriba en un juego de coincidencias. El punto de partida es el descubrimiento de América. Pero en un contexto distinto: Cristóbal Colón no es el pionero del descubrimiento de las Américas sino un tal Lacalle, un rico armador napolitano. Al volver del Nuevo Continente, Lacalle naufraga y es recogido a borde de la Manola, una fregata en la que navega Cristóbal Colón. Antes de morir, entrega al futuro Almirante un mapa detallado destinado a facilitarle el acceso al Nuevo Mundo. Otra coincidencia de la historia reinventada: el armador Lacalle se ha encontrado anteriormente con un sabio azteca Huipozix en el monasterio de La Rábida, y el tal Huipozix ha sido el pionero del descubrimiento del Viejo Continente, precediendo así al revés a los descubridores europeos.

Ambos pioneros elaboran un mapa marítimo fundado en sus experiencias mutuas, en una meta común pacificadora. El desafío del Azteca no consiste en evitar la llegada de los Españoles a su patria sino en amortiguar las consecuencias desastrosas del enfrentamiento de sus dos culturas. De vuelta a su patria, Huipozix se dedica a transmitir su experiencia a sus discípulos. Dos de ellos acceden a los cargos de ministros del Imperio azteca. A su vez, emprenden la travesía del Atlántico para ir al encuentro del futuro pueblo invasor para conocerlo, tratar de pactar con él, o a lo mejor atenuar la violencia que no dejará de generar el choque de dos civilizaciones.

La Historia se transforma pues en una serie de coincidencias, de reversiones que inducen el desenvolvimiento de la historia contada. La reversión de la historia no borra pues los acontecimientos, sino que los modifica, dándoles otro rumbo, otra dimensión, abriendo el camino de los posibles, induciendo una reflexión más amplia, más despejada sobre la Historia en mayúscula. Interroga al lector sobre las motivaciones humanas, sobre el concepto de libertad opuesto al determinismo. Sitúa al hombre en el centro de la Historia, y no a los personajes históricos, famosos o no. Muestra cómo puede el ser humano luchar contra la opresión valiéndose de su dignidad, de su buena voluntad. ¿No estriba lo esencial en el deseo utópico la mayoria de las veces de romper las cadenas de su prisión?

En el nivel de los protagonismos se plantea une reversión de los valores, porque la ficción de Rivas crea personajes desconocidos por la historia oficial, sacándoles del anonimato, y haciéndoles desempeñar “un papel mundialmente histórico” según la expresión de Georges Lukács. En vez de ser víctimas, los protagonistas llegan a ser actores de la historia, llenando los vacíos dejados por la Historia oficial, construyendo su propia historia dentro de la historia, pese a la opresión política existente. Es lo que constituye su revancha.

Así, en El fabricante de ausencias, el protagonista, Juan Igual, es el reparador de las desgracias físicas y amputaciones generadas por las guerras o los desvíos de la naturaleza. Ofrece ayuda y mejora a sus pacientes a raíz de los conflictos, o en plenos conflictos. Aspira a quitarles el sufrimiento a los pacientes, paliar sus carencias, sea cual sea su origen, el lugar donde viven. Rivas pone el acento en los límites que depara el poder político. En el siglo XIX, los reyes de Bélgica acuden a Juan Igual, campeón de los miembros perdidos (se pudiera decir de las causas perdidas), para que saque de apuro a sus hijas siamesas, practicando una intervención quirúrgica arriesgada. El poder no lo puede todo sino el mérito debido al “sanador de ausencias, el recuperador de pérdidas irreversibles, el restaurador de simetrías dañadas” (p. 12).


Reparación y rehabilitación

Se plantean los protagonistas de la ficción como reparadores de la historia oficial. En Martes tristes, La historia extraviada o en El fabricante de ausencias, sea cual sea el período histórico en que se desenvuelve la acción: el contexto histórico de Martes tristes es la guerra del salitre en el desierto de Atacama; el de La historia extraviada es el descubrimiento de América; el de El fabricante de ausencias un panorama histórico del mundo en el siglo XIX, incluyendo los años pioneros de la cirugía protesista.

Desde esta perspectiva, una reflexión de Pierre Michon, sacada de Le roi vient quand il veut, parece corresponder al propósito de Rivas: “Creo que concretamente, lo que me mueve al escribir, lo que siento como un deber de escritura, es a lo mejor rendir justicia a algunos pequeños hombres, darles otra suerte, póstuma, hacer de ellos grandes hombres, en el espacio escrito”.(5)

El protagonista de Martes tristes,(6) Ramón Gracia, realiza una verdadera hazaña dentro de la comunidad de los mineros del salitre, creando una micro sociedad orientada hacia el trabajo, la producción colectiva, el bienestar de todos, basado todo ello en principios éticos, en pleno desierto de Atacama. Una comunidad armoniosa, utópica, que se puede comparar con un pequeño paraíso terrenal. Claro que este mundo idílico quedará aniquilado por los explotadores inescrupulosos, y la bien llamada Ricaventura no será más que un sueño, un recuerdo nostálgico, pero habrá existido gracias al deber de memoria del cuentista.

Rivas saca del olvido a los hombres modestos, a los valientes que cumplieron con su deber luchando contra cualquier forma de totalitarismo. Aunque la violencia les haya raptado la vida, quedan rehabilitados, queda redimida su memoria. En el mismo sentido, Michelet insiste en el deber del Historiador:

Nunca he perdido de vista, en camino, el deber del Historiador. He dado a muchos muertos, harto olvidados, la asistencia que yo mismo necesite un día. Les he exhumado por segunda vez. Muchos de ellos no habían nacido en el momento que les hubiera sido idóneo. Otros nacieron en víspera de circunstancias nuevas y asombrosas que vinieron a borrarlos, por así decir, que apagaron su memoria. La historia acoge y renueva aquellas glorias desheredadas, da vida a aquellos muertos, los resucita. Su justicia asocia así a los que no vivieron al mismo tiempo, ofrece reparación a muchos que no habían aparecido más que un momento para desaparecer. Ahora viven con nosotros, quienes nos consideramos como parientes suyos, amigos suyos. Así es como se hace una familia, una ciudad común entre los vivos y los muertos.(7)

Juan Igual, “el fabricante de ausencias” repara al ser humano tullido, sacudido por la vida, por la fatalidad, por los azares de la historia. Sustituye con arte y astucia, con esmero también, un miembro ausente, llenando los vacíos, las fallas exteriores. La reflexión toma un rumbo filosófico al asociarse a la tarea del historiador. Juan Igual queda presentado como un defensor de las causas perdidas, como un Don Quijote. Es un pionero a su modo, pionero visionario de la cirugía, al servicio de los que sufren. El recorrido de Juan Igual es ejemplar: no va en busca de riquezas. Lo que le anima es tan sólo el deseo de reparación a nivel individual y también colectivo. Conforme va mejorando su arte, Juan Igual acepta el compromiso del rey de Bélgica de viajar a una isla  tan sólo poblada por los tullidos, los desheredados, poniendo sus competencias al servicio de esta sociedad aislada del resto del mundo.

Aquí viene la noción de reparación colectiva y de utopía. Las guerras, conflictos, opresiones del hombre por el hombre, los estragos físicos, morales, psíquicos que padece el mundo desde sus orígenes ¿no podrían encontrar resolución con la creación de una sociedad modelo que vendría a sanar las pérdidas de toda clase y facilitar la vida colectiva en la felicidad  reconquistada? La apuesta se apoya en la reparación, en el desquite, como lo subraya el rey de Bélgica frente a Juan Igual.

Ha de saber usted —le dijo— que los territorios sobre los que reino han sido desde illo tempore el campo de batalla de Europa. Desde la invasión por la República de Roma en el siglo primero, los señores feudales, conquistadores y bandoleros han escogido estas tierras para saciar su codicia. Nuestras colinas, los campos de labranza y los muros de nuestras casas están cubiertos por las cicatrices de espadas y metralla […] (Los hospitales y casas de acogida no han sido suficientes para cobijar a los innumerables heridos de todas esas recientes guerras, a los amputados, a los ciegos, desfigurados y tullidos). Esta razón me motivó a hacer una consulta papal, cuya respuesta ha sido del todo satisfactoria. El santo Padre Gregorio XVI me ha autorizado a enviar a estos infelices, para que puedan llevar una mejor vida, reconocerse entre ellos y evitar las maledicencias y humillaciones de los que no sufren, a una isla de los mares griegos donde disfrutarán, autorizados por la reina Victoria y el protectorado británico y a cargo del erario belga, de alimentación, techo y salud. Es la isla de Zakynthos, llamada también Zante, en el mar Jónico.(8)

El caso es que el tipo de sociedad creado por los isleños no merece largo tiempo la adhesión de las grandes potencias que  deciden acabar con lo que consideran como un desafío a su autoridad. “Lo imposible sigue siendo posible” sería el aforismo que ilustra la voluntad y sueño de la colectividad isleña de Zante, compuesta por los tullidos y marginales, rechazados por los gobiernos y la sociedad bien pensante del siglo XIX. El lector comparte la reacción llena de sorpresa de uno de los personajes al quedar enterado del proyecto de invasión que aqueja a los isleños: “¿Invadir esta isla? ¿Quién tendría interés?” (p. 272). La pregunta es: ¿Quién puede figurarse que los cojos de Zakynthos constituyen  de por sí un peligro cualquiera? La respuesta la da el jefe de la comunidad al evocar a los futuros invasores: “Los que nos discriminaron y nos arrojaron del continente porque éramos diferentes, los que creyeron que nos mataríamos entre nosotros y nos extinguiríamos, hoy nos quieren destruir porque nos hemos transformado, a sus ojos, en una monstruosa amenaza” (p. 273). El ataque de los invasores superiores en número a los asaltados se termina por una asombrosa refriega de sus combatientes y la victoria total del Gran Carnero, el jefe de los tullidos. Ésta es la revancha que propone Rivas al respecto.


Conclusión

Tanto los ingredientes de la epopeya, de los cuentos fantásticos, como los de la novela picaresca sirven la intencionalidad del novelista para llamar la adhesión del lector, quien se hace cómplice del creador y entra en el juego. Los personajes “mundialmente históricos” suscitan admiración y simpatía tanto de parte del escritor como del lector. Como si se instalara un pacto de confianza, un guiño sarcástico dirigido a los pudientes de este mundo cuyos vicios y flaquezas quedan muy marcados en la última novela de Rivas.

Se ha intentado subrayar en este estudio que la ficción de Rivas dista de la concepción fija, rígida de la historia. Su objetivo es abogar por una concepción de la historia como proceso abierto a los posibles en que las sorpresas, las suertes inesperadas, las oportunidades o coincidencias imprevistas surgen en cualquier momento. Logra crear un estado de excepción, efímero y esperanzador, en que el ser humano, sea cual sea el período trágico que le cabe vivir, lucha contra la dominación, contra la opresión, levanta la cabeza, lanza un desafío atrevido y salvador, creando a su favor y a favor de su comunidad que sufre un espacio de libertad, un momento escaso en el que la cadena de la dominación queda rota.

A modo de conclusión, quisiera citar un fragmento de un ensayo dedicado al pensamiento de Benjamin, filósofo del Siglo XX y a su concepción de la historia:

Sus tesis constituyen una especie de manifiesto filosófico —en forma de alegorías e imágenes más que de silogismos abstractos— a favor de la apertura de la historia. Es decir para una concepción del proceso histórico que se abre sobre un vertiginoso campo de los posibles, una vasta arborescencia de las alternativas, sin caer por tanto en la ilusión de una libertad absoluta: las condiciones objetivas son también condiciones de posibilidad.(9)










Notas




(1). F. Rivas, El fabricante de ausencias. Santiago de Chile, Planeta, 2009.

(2). F. Rivas, Todos los días un circo, Santiago de Chile, Planeta, 1988.

(3). F. Rivas, El informe Mancini, Buenos Aires, Sudamericana-Planeta, 1986, p. 57.

(4). F. Rivas, La historia extraviada, Santiago de Chile, Mosquito, 1997.

(5). P. Michon, Le roi vient quand il veut, París, Albin Michel, 2007.

(6). F. Rivas, Martes tristes, Santiago, Galinost, 1987.

(7). J. Michelet, Histoire du XIX° siècle, t. II: Le Directoire, Paris, 1972 (“Préface” p. 11).

(8). Op. cit.,p. 233.

(9). M. Löwie, Walter Benjamin: Avertissement d’incendie. Une lecture des thèses ‘Sur le concept de l’histoire’, Puf, 2001, p. 125.