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El trayecto de El fin del viaje de Ricardo Piglia. Orígenes de la narración y relato de los orígenes en el itinerario de la construcción de la trama
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Cuando presenté mi tesis doctoral, un estudio crítico-genético de los procesos de escritura de las novelas Respiración artificial (1980) y La ciudad ausente (1992), quedó en el escritorio de trabajo el manuscrito de un cuento de Ricardo Piglia que no había entrado en el recorte necesario; sin embargo, una vez cerrado el círculo de La ciudad ausente y Respiración artificial, este cuento volvía a aparecer como portador de una clave de lectura que puede extenderse al conjunto de la narrativa del autor. El trabajo de investigación de largo aliento que culminó en la tesis abordó la génesis textual de las novelas de Ricardo Piglia, y del proceso de reescritura de La ciudad ausente, con un singular pasaje de género, de la novela a la ópera homónima, escrita en colaboración con el compositor Gerardo Gandini. En un espectro más amplio, postulamos en ese espacio la relación entre géneros narrativos y soportes de escritura, y los aportes que la crítica genética puede hacer a la crítica y la teoría literaria, a través del estudio de una poética y de una estética de los manuscritos y de su relación con el proceso de significación textual. Nos ha interesado sumamente la interacción entre los rastros materiales de la escritura y el pensar en movimiento de un escritor que trazó nuevos rumbos en la teoría narrativa y en la crítica literaria en el campo de la literatura argentina; desde la aparición de su primera novela, Respiración artificial, Piglia se convirtió en un referente ineludible en el campo de los estudios literarios no solo por su obra de ficción sino también por sus construcciones teórico-críticas, que abrieron el paso a otras formas de considerar la tradición literaria argentina y latinoamericana. Sobre este cuento de Piglia diremos para comenzar que el autor ha vuelto sobre él una y otra vez al referirse a su método de composición en distintas entrevistas y reportajes. Empecemos por señalar que Renzi, el protagonista, ha sido el personaje más presente en las tramas de Piglia, desde sus primeros cuentos publicados en el volumen La invasión hasta la intriga de su primera novela publicada, Respiración artificial; desde fines de los años sesenta se convirtió en el centro de las historias creadas por Piglia, incluida una novela cuyo trabajo de escritura comenzó tempranamente por esos años y que reposó en un cofre durante tres décadas, hasta que el autor decidió retomar la escritura abandonada: es el caso de la novela Plata quemada, publicada en 1997. Como narrador y protagonista de Respiración artificial (1980), la figura se volvió indisociable de su autor. Renzi compone también la trama narrativa de las narraciones más recientes de Piglia: “Un pez en el hielo”, uno de sus relatos escrito en Estados Unidos y editado en la última compilación de La invasión (2007) que narra una investigación sobre Cesare Pavese llevada a cabo por Emilio Renzi(2) y Blanco nocturno (2010), su última novela. Sobre la función de Renzi en sus relatos, Piglia ha testimoniado: Surge en el primer libro. En un principio, Renzi estaba definiendo un tono. Era una forma de mirar el mundo y describir esa mirada que él tiene; a menudo, es el que narra las historias. Las historias que él cuenta tienen un estilo y un registro propio que conozco. (…) Sé que va a ironizar o que va a ser un provocador y para mí eso es un rumor, un uso de la lengua, una melodía. Con él, yo sé que voy a tocar una música definida. Cuando narra, él invoca un tono. En otros momentos, aparece como personaje que se construye con ciertos rasgos de mi propia historia, pero exagerada en cierta dirección. Por ejemplo, siempre digo que él hace cosas que a mí me gustaría hacer y que no hago. A él sólo le interesa la literatura, en el fondo, la literatura es el centro de su vida y todo lo demás le parece secundario y poco interesante, eso le da la clave para construir algo de lo que se habla en Prisión Perpetua, que es la idea fija, la obsesión (s/f). En la entrevista con la revista de jóvenes investigadores en crítica genética Recto/verso, Piglia volvió sobre la composición de ese cuento para referirse a sus intrigas narrativas, diferenciando las categorías centrales en su teoría de la narración, que son el cuento, la nouvelle y la novela: Tengo una postura que es bastante tradicional, digamos. Pienso que un cuento parte de una situación, y una novela parte de los personajes. Entonces un cuento para mí es, por ejemplo: “un joven a la noche recibe un llamado, le avisan que su padre está muy grave y tiene que viajar a otra ciudad” como en mi relato “El fin del viaje”. Yo no sabía quiénes eran los personajes, qué les había pasado, pero tenía una idea de esa situación porque me había pasado algo similar y siempre hay un punto autobiográfico en el fondo de una historia. Una tarde me llamaron de Mar del Plata, me avisaron que mi padre había tenido un accidente y que estaba grave; viajé toda la noche y cuando a la madrugada llegué a la clínica ya estaba repuesto. Ahí tendríamos un ejemplo de lo que es una situación. En cambio, en Respiración artificial, tenía los personajes antes de construir la historia. Y el punto de partida también fue autobiográfico. El ámbito familiar es para el autor una fuente inagotable de inspiración de tramas, según afirma, el espacio en el cual aprendemos a narrar, en el que tenemos las primeras experiencias y adquirimos nuestras destrezas narrativas. En una entrevista reciente (2010), el autor comentó en relación con el proceso de escritura de su última novela, Blanco nocturno: “La familia es una máquina de afectos y también de conflictos. Ahí es donde aprendimos a narrar y a pulir y perfeccionar una y otra vez las historias”. De ahí surgieron los argumentos para su narrativa, en especial, Respiración artificial y Blanco nocturno, su última novela publicada en 2010. A pesar de lo dicho, conviene reponer aquí el prólogo al volumen Nombre falso reeditado en 1994, donde el escritor plantea una restricción respecto del componente autobiográfico: “El fin del viaje” solo tiene de autobiográfico el trayecto en el que suceden los hechos: una noche viajaba en ómnibus a Mar del Plata y una mujer se suicidó en el baño de una parada perdida en medio de la ruta. Es otro el que se suicida en esta historia y es otra mujer, pero la experiencia es la misma. ¿Cómo se transforma lo vivido en la trama para el cuento?, ¿de qué modo se integra con otras experiencias del autor para convertirse en el relato “El fin del viaje”? Por un lado, destacamos la concentración de dos situaciones vividas que confluyen en la construcción de la trama: el accidente del padre y el suicidio de la viajera se funden en el nudo de la trama en el fallido intento de suicidio del padre. Pero nos parece más interesante aún la expresión con la que Piglia se refiere a la escritura de ese cuento: solo tiene de autobiográfico el trayecto… donde el propio autor pone de manifiesto un sustrato profundo: la relación ancestral entre el viaje y la narración. Precisamente, esos son los elementos que se entrelazan en el relato de la génesis que hace Piglia: el suicidio, el padre y el trayecto como un elemento de la experiencia personal que ha sido ficcionalizado para el cuento. Resultan contradictorias las manifestaciones del autor en torno de la génesis, que va de la restricción del componente autobiográfico en el prólogo a la edición de 1994 a una abierta y categórica afirmación en la entrevista con Recto/verso de 2007. Al respecto, podemos señalar aquí el carácter inaprensible del proyecto mental de un texto literario, siempre evanescente, donde los vacíos de la memoria o en ocasiones la intención del autor por no revelar conspiran contra la reconstrucción de ese estadio del proceso creativo huidizo, lábil, difícil de aprehender.(3) Cuando Piglia afirma: “Es otro el que se suicida en esta historia” estableciendo una relación directa con lo autobiográfico a partir del desplazamiento de la acción narrativa hacia otro sujeto, también está poniendo distancia respecto de la figura central de su relato, el padre, en un gesto que procura alejarse de lo emotivo como analizaremos más adelante. La narración de Piglia parece forjada entre distintos recuerdos y registros de la experiencia sobre el armazón de un relato de Benjamin, “La muerte del padre”, cuyo estilo llano y despojado lo aproximan a un relato modelo, arquetípico. Reproduciremos a continuación algunos fragmentos del relato de Benjamin, más precisamente del incipit, que permiten advertir los núcleos narrativos que Piglia tomó para elaborar “El fin del viaje”: Durante el viaje evitó reflexionar sobre el texto del telegrama, que rezaba escuetamente: “Ven de inmediato. Ha empeorado.” La tarde anterior había dejado la pequeña localidad de la Riviera con un tiempo pésimo, mientras los recuerdos le acosaban como la luz del alba envuelve al trasnochar rezagado: dulce y vergonzosamente. Cuando hacia el mediodía entró en la ciudad, le soliviantó su estrépito. (…) Aun no había visto a su madre, pero su padre vivía. Estaba allí, echado en un sillón junto a la ventana… Se acercó y le tendió la mano. “¿Es que ya no me besas, Otto?”, susurró el padre. El hijo se abalanzó sobre él y en cuanto pudo se escurrió y se dirigió a la ventana, donde se quedó de pie, sollozando, mirando a la calle. Cuando se cansó de llorar, se puso a recordar, como en sueños, sus años de colegio, su actividad comercial, el viaje a América. “Señor Martín”. Se quedó callado y se sintió avergonzado de que su padre todavía viviese. Al romper de nuevo en sollozos, la muchacha le puso la mano en el hombro. Él la miró maquinalmente: una criatura rubia y saludable, la antítesis de la enfermedad acababa de rozarle. Solo entonces se sintió en casa (pp. 7-8). Lo angustioso de la circunstancia promueve la evocación e impulsa un proceso de constitución del sentido propio del final de una vida a los ojos de Piglia, que hace eco en el hijo (Otto, Emilio) asediado por los recuerdos, por la rememoración de la experiencia. Los tenues y sobrios gestos entre padre e hijo resaltan la emotividad del reencuentro y sobre todo, la dificultad de los hombres para manifestar el afecto. En el cuento de Piglia, ese rasgo es aún más explícito que en el de Benjamin, y ocupa un lugar en la escritura de Renzi, durante la travesía que lo lleva hasta su padre, como veremos más adelante.(4) Siempre he pensado,escribió Emilio, que él era menos vulnerable que yo: la ternura de hombre a hombre debe ser velada. Sin embargo, quizás ya es demasiado tarde. Yo lo admiraba (lo quería) porque sabía ocultar sus sentimientos. Ahora he comenzado a escribir sobre él. (p. 17) Para velar la ternura de hombre a hombre el narradorapela a ciertas imágenes visuales ligadas a la luz, donde los objetos y los seres son percibidos a través de un filtro, lo que contribuye a crear un desvanecimiento de las siluetas. La luz tiene gran importancia en los relatos de Piglia, uno de cuyos primeros cuentos se titula precisamente “Una luz que se iba”. La palidez y las transparencias se convierten en datos concretos de los elementos y personajes descriptos, y crean una atmósfera donde seres y objetos parecen diluirse, como si pertenecieran a un ensueño. El efecto de trasluz impregna también las descripciones más contundentes, tales como las que aluden a la materialidad y a la crudeza de ciertos espacios: la estación (de ómnibus o de trenes), la clínica, el Bar, la ruta. Todo parece diluirse en las descripciones tamizadas por las sensaciones de Renzi. El esbozo del cuento plantea al principio una escena ubicada en una estación, lugar en el que comienza el relato. Uno de los primeros núcleos consignados señala una relación entre un hombre y una mujer que aparecen ligados por contigüidad a “otros personajes”, y vinculados a los “Personajes secundarios” mediante una flecha, consignada más abajo, en la columna de la izquierda en el anverso de la hoja volante. Esa columna organiza los espacios en los que se va a desarrollar la acción narrativa, donde se señalan las paradas del viaje a Mar del Plata, y los lugares donde continuarán las peripecias de Renzi: la Clínica donde está internado su padre, el Bar (donde nuevamente aparecen personajes secundarios observados por el protagonista) y el taxi que lo conduce al departamento de una mujer, donde se ubica el final de la historia. Si bien el esbozo del cuento es nítido en cuanto a la demarcación de los espacios en los que se desarrollaría la acción inicial, es decir, en la estación, sucedida por un segundo ítem que indica ómnibus, a partir del cual se continúa la secuencia con las paradas, en el texto édito, la descripción inicial resulta un poco confusa. La reproducimos a continuación: Perdido en el jol de la estación semivacía, Emilio Renzi mira los andenes mal iluminados, la luz amarillenta que se extravía en la oscuridad. (…) Los que viajaban con él eran pocos, nueve o diez personas que se amontonaban frente a una valla de madera que los separaba del andén. (p. 13) Por algunas referencias tales como los andenes por ejemplo, y la valla frente a la cual esperaban los pasajeros, bien podría corresponder a la de una antigua estación de trenes cuando se trata de una estación de ómnibus; la ambigüedad se define unas líneas más abajo con una mención precisa: La noche era fría, una noche blanca, ventosa. Emilio caminó por el andén hasta la playa donde guardaban los ómnibus vacíos; el lugar olía a nafta y a humedad; franjas negras y amarillas brillaban en las paredes mal pintadas como hundidas bajo los arcos de fierro que enmarcaban el techo. (p. 14) La descripción, con su fuerte carga de materialidad, deja atrás la nebulosa inicial y se pronuncia a favor de la estación de autobuses. Conjeturamos que esa bruma del comienzo proviene de una contaminación con el proceso de elaboración de los raccontos, ya que en el primero de ellos Renzi recuerda uno de los últimos momentos en los que estuvo con su padre, una escena de despedida: “Estoy contento”, le dijo esa noche al despedirse en la estación de trenes, la potente luz de la locomotora abriendo la oscuridad del andén (p. 147). De esa manera, se confunden el presente de la narración y el recuerdo, evocado poco después. PADRE ELISA LLAMADO Tengo que ir – Mdel P Mi viejo
La propuesta de racconto se plasma en el primer bloque consignado en el margen superior derecho del recto de la hoja. Ese bloque plantea el incipit del cuento: Renzi está en la redacción del diario, lo llaman de Mar del Plata para contarle que su padre está internado, muy grave, porque ha intentado suicidarse y él decide ir a verlo. Entonces surge la primera postulación de racconto, que más adelante, en uno de los bloques que cierran el esbozo, se desdobla por medio de una llave que exterioriza dos momentos (presumimos que puede referirse a los dos tiempos del racconto marcadamente visibles en el texto édito), por medio de los números 1 y 2, sin acotar nada más. Recién la tercera aparición del término empieza a plantear un contenido, escuetamente por la alusión al Padre (que va a constituirse en el centro de todo el relato, presentado y caracterizado a través de los recuerdos de Renzi volcados en los raccontos) y por la expresión “Algo ya narrado” que hace volver al relato sobre sí mismo, en un gesto que tendrá sus efectos en la estructura del texto, circular, donde el manejo del tiempo tiene una enorme incidencia. Podemos distinguir básicamente dos tiempos en la narración: el que corresponde al flujo narrativo, que se deja llevar a través del viaje de Renzi, dinámico, expresado a través del transcurso del recorrido y de las peripecias del protagonista, y el que impera durante la agonía del padre en la clínica, un tiempo que aspira a ser cíclico, aun cuando resulta entrecortado por la insistente referencia a las horas que marca el reloj. El sueño de Renzi, una instancia narrativa plasmada en una de las columnas del armazón del cuento, ocupa un lugar central en la estructura porque se ubica en el nudo del relato, cuando él se desplaza para ver a su padre. También lo es por su carácter vertebral, ya que el sueño, a semejanza de los raccontos, nos conecta con la afectividad del personaje y con la profunda relación que lo une a su padre. En el texto impreso, en el sueño de Renzi aparecen dos mujeres en un automóvil —“una cupé” que perteneció al pasado de la vida familiar—. Ellas interpelan a Renzi desde el asiento delantero del automóvil. El sueño, que se inserta en medio del relato,ocupa la función asignada a los raccontos en este cuento de Piglia, la de indagar en las relaciones sentimentales: la del padre con las mujeres, pero principalmente la del padre con el hijo. El padre aparece allí como un modelo de vida cuyo patrón de relaciones es observado atentamente por Renzi, en un intento por explicarse —entre otras muchas cosas de la vida— la fatal decisión. Por eso se constituyen en un breve relato de investigación, donde el protagonista tratará de buscar los indicios, de interpelarlos explotando al máximo su capacidad inquisitiva para poder comprender el trágico desenlace de su padre, aun cuando busque diluir el ademán interpretativo con algunas sentencias: “Es inútil buscar explicaciones”, pensó Emilio. “Tal vez ya es demasiado tarde.” (p. 14)
“Flotamos suaves y veloces. No tengo que pensar”, pensaba Emilio. “No tengo por qué echarme la culpa. Dejó una carta para mí. Es como un sueño…” (…) “No llegar más, seguir el viaje, verlo después, sentado en el sillón de mimbre, frente a la luna del espejo”. (p. 25) El ámbito onírico tiene por lo menos dos funciones narrativas: es un oasis en el que Emilio Renzi puede reposar, reponerse de la conmoción que le produjo el intento de suicidio de su padre, y es también un espacio donde se desenvuelve un relato que exige un desciframiento, porque se constituye en una clave para explicar aquello tan perturbador; una explicación permitiría poner en orden los sentimientos del personaje y devolverle parcialmente la calma perdida, sacarlo del desasosiego en el que está inmerso luego del llamado que le comunicó la infausta noticia. El esbozo del cuento lo plantea entremedio de dos momentos de detenimiento del viaje, la parada 1 y la parada 2, instancias en las cuales Renzi progresará en su acercamiento a su ocasional compañera de viaje, quien lo rescata de un sueño angustioso y le servirá como amparo del horror de lo real: “Es como un sueño y la mujer está loca. Podría decirle que no pido nada más que no estar solo y ella lo sabe, la loca, disfrazada de walkiria, su voz de gata, su carita inflada de muñeca, para hacerme compañía, la piel tibia y perfumada”. (p. 25) Ha pasado tanto tiempo y sin embargo me acuerdo de esa mañana como si fuera hoy: salí a la ventana, llorando, me costaba respirar, todos estaban conmigo, me daban aire. Era un día tan hermoso, lleno de sol, y yo pensé: ya está, ahora ya me pasó, ahora no tengo miedo. Fue como si siempre hubiera esperado ese momento. (p. 22) La descripción acerca del fatídico momento en el que la mujer perdió la voz y ya nunca más volvería a cantar replica la escena del suicidio asemejándosele: Emilio recordó la casa donde su padre vivía solo, la biblioteca amplia y llena de sol con los sillones de cuero negro, las cortinas infladas por el viento. Se había encerrado en ese cuarto. Él mismo pidió ayuda y lo encontraron sentado de cara a la ventana, respirando con dificultad pero tranquilo, tratando de vendarse y de parar la sangre. “Ninguno imaginó lo que iba a hacer. Nadie”, dijo la mujer como si se disculpara. “Nadie. Ninguno pudo imaginar”. (p. 15) La mujer arranca a Renzi de sus alucinaciones para insertar un microrrelato que actúa como un racconto de su propia vida. Ese relato, que poco después sabremos que es falso, está destinado a matar el tiempo del viaje, y resulta complementario del suceso que impulsa el viaje de Renzi a Mar del Plata. A la vez, como en el cuento de Benjamin, la mujer se convierte en un refugio, un soplo vital que contrasta fuertemente con la muerte del padre. Por eso los primeros esquemas del cuento la proponen como un elemento equilibrante entre los pares de secuencias narrativas o incluso como un elemento de pasaje entre dos espacios, como lo muestra el ítem 6 del anverso de la página. El estudio de los procesos de escritura de Ricardo Piglia nos ha descubierto facetas ocultas del trabajo del escritor, de su metodología, de su pensamiento creativo. Hemos observado en nuestro trabajo de investigación que los escuálidos diseños incipientes de sus narraciones se van corporizando mediante la lectura de los textos de otros autores, la que inspira e impulsa no solo las tramas sino también ciertos rasgos de estilo, como en este cuento, en el que los personajes y los ambientes decadentes de una ciudad de provincia tiene ciertas reminiscencias de las descripciones del escritor Juan Carlos Onetti. Piglia suele observar con mucha precisión la máquina narrativa de sus precursores, de quienes muchas veces adopta los procedimientos para proyectar sus textos. Resulta interesante comentar aquí que a principios de la década de 1970, Piglia entrevistó a destacados escritores, entre los que podemos mencionar al argentino Rodolfo Walsh y al uruguayo Juan Carlos Onetti. Esos reportajes fueron publicados por la editorial Siglo XXI en 1973 como prólogos a las ediciones de los autores: la entrevista con Rodolfo Walsh abre el volumen Un oscuro día de justicia; el diálogo con Onetti, es el prefacio-reportaje a la edición del relato “La novia robada”. En este último caso, Piglia aclara en el marco de la entrevista que le ha formulado a su interlocutor una serie de preguntas para promover ciertos temas y que su intervención se ha limitado a ese rol, dejando hablar por sí al entrevistado. Observamos en esas manifestaciones peritextuales una serie de inquisiciones de Piglia tendientes a indagar en los procesos creativos de esos autores que constituyen un modelo para él: en cada presentación las preguntas corresponden al relato introducido por medio de la entrevista. En el caso de Walsh, indagan acerca de su concepción narrativa; en la entrevista con Onetti, las consultas se refieren al método de composición de “La novia robada”. Se advierte que luego de la publicación de su primer libro de cuentos La invasión, el joven Piglia está investigando en el laboratorio de escritura de sus precursores, de quienes adoptó algunos procedimientos para pensar en la estructura de sus textos. Como hemos analizado en otros lugares, Piglia se queda prendado de la propuesta de Walsh de recuperar el carácter subversivo que había tenido la novela en sus orígenes, para lo cual propone una estructura atomizada, una novela “hecha de cuentos”. Las reflexiones de Walsh acerca del tiempo necesario para la escritura de una forma extensa y compleja como la novela están muy presentes en el imaginario de Piglia y en el modo en que ha diagramado su actividad creativa. De Onetti toma la noción de esqueleto de la historia, que el escritor manifiesta haber empleado para el plan de escritura para “La novia robada”; hemos visto cómo los planes iniciales de las narraciones de Piglia se manifiestan como menudos esbozos que se van corporizando a través de una sintaxis compleja, que procede por acumulación, desarrollando los núcleos narrativos a partir de las lecturas del autor. ![]() ![]() R. Piglia, Esbozo sobre una hoja volante del cuento “El fin del viaje”, transcripción recto. ![]() R. Piglia, Esbozo sobre una hoja volante del cuento “El fin del viaje”, transcripción verso. ![]() Bibliografía
Entrevistas de Ricardo Piglia
Entrevistas a Ricardo Piglia
(2). Parafraseando a Piglia, podemos considerarlo como variaciones sobre un mismo tema, ya que Renzi reconstruye allí los últimos días de Pavese, previos al suicidio. (3). A. M. Barrenechea, “Iniciación a la crítica genética”, curso de postgrado dictado en el Instituto de Filología y Literaturas Hispánicas de la Universidad de Buenos Aires, 1986. Apuntes de clase y grabaciones. (4). Es oportuno señalar aquí que hay varias traducciones al español de las obras de Benjamin de principios de la década del 70: Angelus Novus fue editado por Edhasa (Barcelona) en 1971 y Discursos interrumpidos I por Taurus (Madrid) en 1973. Benjamin es uno de los autores con los que más dialoga Piglia en sus obras, estableciendo relaciones de intertextualidad visibles en las tramas, y forma parte de una constelación de pensadores marxistas —entre los cuales también se incluyen Brecht, Ossip Brik y otros— cuyas reflexiones acerca de la narración y de las condiciones de producción artística fueron debatidas por Piglia con otros intelectuales argentinos de izquierda contemporáneos, especialmente en los años previos a la composición de su primera novela. Por ello, nos ha interesado especialmente la interrelación que se observa en la fase compositiva de sus textos, donde los elementos que toma de otros autores se revierten no solo en el tejido argumental sino también en la estructuración de los textos. En particular, el volumen Historias y relatos tiene una edición alemana, titulada Gestichten und Novellistisches de 1972; aunque no nos consta, suponemos que Piglia pudo haber tenido acceso a alguna traducción al inglés o al italiano de las narraciones benjaminianas. (5). En nuestro trabajo de tesis hemos analizado la lectura de Piglia del itinerario ético-político-literario de Walsh, tamizada por la simbolización que hace Viñas en su ensayo Literatura argentina y política. II. De Lugones a Walsh, apelando a “escenarios de la Biblia”. (6). En cursiva en el texto impreso. (7). Cumplida recientemente a partir del 15 de enero de 2011, cuando el periódico español El país ha comenzado a divulgar mensualmente fragmentos del diario del autor argentino en el suplemento “Babelia”. |
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