Las transformaciones textuales: variantes y variaciones en Martes tristes de Francisco Rivas
Fernando Moreno
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Luego de una rápida exploración de las más variadas posibilidades escriturales que se proponen en los textos literarios chilenos e hispanoamericanos de los últimos años, no es demasiado difícil constatar el fenómeno de acentuación de la presencia de uno de los factores que, desde sus comienzos, ha acompañado la evolución del género narrativo en nuestro continente: se trata del recurso a la tematización de la Historia.
La ficcionalización de sucesos y personajes que han orientado —cuando no determinado— el desarrollo histórico de la llamada América Latina, implica, como es sabido y en la mayor parte de los casos, no sólo una revisión de los parámetros de la propia ficción y del discurso historiográfico, sino además una problematización de los cánones tradicionales de la representación literaria (como por ejemplo del llamado pacto mimético), tanto más cuanto que en estos textos la relación estrecha entre el signo y su referente resulta inherente y necesaria a su propia concepción y configuración. También es conocido el hecho de que este retorno a la Historia, cuyo peso cuantitativo y cualitativo ha llamado la atención de críticos e investigadores, puede obedecer a y/o estar vinculado con diversos factores de orden social, ideológico, cultural o político y que el fenómeno encuentra su concreción en textos indagatorios, reprobatorios, impostadores, en los cuales se hurga y rescata un pasado —mediato o inmediato— desde perspectivas muchas veces inéditas, se relativizan los marcos tradicionales, se buscan claves que permitan abrirse paso hacia un presente. Ellos pueden apropiarse una historia truncada, falseada o silenciada y proponer, por ende, una narrativa que opta por el cuestionamiento y que se sitúa fuera de los límites del conformismo, de las certezas y verdades absolutas.
Ahora bien, en cuanto respuesta posible a las coerciones del mundo desde donde emerge, la novela chilena de las últimas décadas aparece marcada por la presencia y el sello de un episodio referencial histórico ineludible: el 11 de septiembre de 1973. El golpe de Estado de ese año y la dictadura instaurada a partir de entonces provocaron, en el campo de la narrativa, una remoción genérica que implicó la búsqueda de estructuras discursivas que dieran cuenta de aquella realidad, que permitieran, por un lado, articular opciones y conocimientos, desarticular órdenes y jerarquías impuestos por el sistema autoritario, por otro. En gran medida, la literatura se vuelca hacia el testimonio, asume una función de denuncia, de corrección, de resistencia. En este contexto, discurso sobre la historia inmediata y discurso imaginario configuran un espacio intergenérico que se fundamenta en un proceso de recíproca interdependencia.
Si en un primer momento, se trata de reaccionar, de apropiarse, de hurgar, de explicar, explicarse y exteriorizar algunos elementos claves para la comprensión de ese trágico capítulo de la historia chilena, posteriormente gran parte de los discursos procede por medio de una estrategia de ocultación, a veces apenas velada, en la que incluso los motivos y contenidos figuradores del ámbito de la interioridad son activados y rearticulados por una contextualidad que les confiere vigor y fuerza subversivos. El referente histórico, siempre presente, se vislumbra y se desarrolla indirectamente: se invierte, se elude, se interioriza, se desliza hacia otros niveles, el del mito y la maravilla como sucede por ejemplo, en la novela de la que hablaremos aquí : Martes tristes de Francisco Rivas, (Santiago, Bruguera, 1983). Por lo demás, en determinados textos, se propone la evocación de diferentes niveles temporales y, concomitantemente, se trata de establecer un puente entre el o los referente(s) histórico(s) y la contemporaneidad de la escritura. En estas obras, que podríamos llamar novelas transitivas, el vínculo se manifiesta por homología de situaciones históricas o por contaminación de situaciones enunciativas, experiencias y núcleos espacio-temporales.
Teniendo presente esta situación y este contexto nos han llamado la atención los avatares de esta novela chilena que responde a los criterios recién aludidos. Ella es, como decíamos, Martes Tristes de Francisco Rivas publicada, bajo el seudónimo de Francisco Simón, en 1983. Esta narración fue editada en dos nuevas versiones, años más tarde, en el contexto político nacional de la llamada transición democrática, conservando su título original, Martes Tristes, una en Colombia (Bogotá, Enrique Dobry, 2000), otra en Chile (Santiago, Al Margen Editores, 2001).
¿Qué se cuenta, en síntesis, en la intriga de esta novela? Se trata de la historia de un pueblo salitrero (Ricaventura), su desarrollo, su auge y su caída. La historia de Ricaventura va acompañada por una serie de acciones y episodios que ponen en evidencia la cupidez de los poderosos, de las compañías extranjeras y de sus esbirros nacionales, la explotación, la violencia y la injusticia. Sin embargo, por una serie de factores, alusiones, guiños, la novela se manifiesta como una alegoría de los sucesos del once de septiembre de 1973, un martes triste en la Historia de Chile, el más triste quizás de toda la Historia de ese país.
Pero la historia de esta novela, no la historia referida, sino la de su propio texto, es bastante compleja y se desarrolla durante tres décadas.
Gracias a los documentos que forman parte del “Fondo Francisco Rivas Larraín” del Centro de Investigaciones Latinoamericanas (CRLA-ARCHIVOS) podemos reconstituir en gran medida el itinerario de su génesis y las modalidades y sentidos de sus variaciones. Estos son los aspectos que presentaremos brevemente aquí.
Los documentos que habría que considerar entonces son:
1. Un cuaderno manuscrito (espiral, marca “Gibert”, 21x29,7; fechado el 21 de noviembre y el 1° de diciembre de 1973). Este manuscrito, de 152 páginas (corregido, tachado, donde se aprecian distintas etapas de escritura a causa de los diferentes tipos de tinta e instrumentos utilizados), contiene no todos los elementos, pero sí algunos episodios que serán recogidos en las versiones editadas de la novela. Otros fueron desechados. Lo llamaremos Cuaderno (C).
2. Un manuscrito (Martes tristes) de 300 páginas dactilografiadas, 21x 27, fechado en “Santiago de Chile, Enero de 1974, Abril de 1976”. El manuscrito presenta correcciones y tachaduras manuscritas y ciertas adiciones también manuscritas. En determinadas páginas el espacio entre las líneas pasa del uno y medio al simple. De las correcciones de la numeración de las páginas, manuscritas, se deduce una reorganización de la materia narrativa de base inicial, así como la introducción de nuevas escenas y descripciones. Lo llamaremos Manuscrito 1 (M1).
3. Un manuscrito fotocopiado (Martes Tristes) de 356 páginas dactilografiadas, sin fecha, 21 x 27. Contiene algunas correcciones manuscritas. En relación con el manuscrito anterior se han integrado aquí adiciones y correcciones. También hay nuevos agregados y supresiones. El texto es muy similar al de la primera edición impresa. Lo llamaremos Manuscrito 2 (M2).
4. La primera edición de Martes Tristes: Santiago, Editorial Bruguera, s/f (1983, según los datos del autor), 354 páginas, (MTR1).
5. La segunda edición de Martes Tristes: Santiago, Galinost, 1987, 334 páginas (MTR2). Aparte la paginación, no existe ninguna diferencia entre ambos textos. Hay, sin embargo, una nueva distribución de los fragmentos.
6. Una nueva versión de Martes Tristes: Bogotá, Enrique Dobry Editor, 2000, 391 páginas (MTR3). Texto que incluye notables variaciones en relación con las ediciones anteriores.
7. Una cuarta edición de la novela: Martes Tristes, Santiago, Al Margen editores, 364 páginas (MTR4). El texto de esta nueva versión es idéntico al anterior. Difiere sin embargo en la presentación: desaparecen los signos utilizados para separar los fragmentos y están ausentes todos los paratextos.
Primeras observaciones en relación con el movimiento del texto.
Si consideramos las páginas del Cuaderno (C) constatamos, primero, que la redacción comienza sólo algunas semanas después del golpe de estado del 11 de septiembre de 1973. Se diría que se trata de una reacción inmediata. También constatamos que ya está definido el espacio central de la novela (Ricaventura) y otros lugares de la intriga (Cobija, Nueva Jerusalén). Muchos de los personajes también aparecen ya identificados (el Embajador, Babinia, Bernardo Coca, por ejemplo). Sin embargo, el personaje central tiene aquí otro nombre, se llama Gabriel César. A partir del primer manuscrito el protagonista se llama Ramón Gracia. La caracterización onomástica varía, entonces, pero se mantiene la idea de hombre protector. Se pierde el aura de poder de la primera denominación y se opta por un nombre más adecuado con las características del personaje.
En el primer fragmento presentado se puede apreciar un trabajo constante de redacción y corrección, un trabajo de búsqueda de estilo, de aproximación a la expresión más adecuada, más acabada. Se trata de una de las escenas centrales de la novela, en la medida en que determina el gesto del protagonista en relación con su decisión de dirigirse hacia el desierto, de fundar Ricaventura y de instalarse en esos parajes. Y podemos ver que este núcleo se mantiene en todas las demás versiones y ediciones de la novela, con las transformaciones que parecen imponerse al autor. Ya se puede apreciar aquí, además, el salto notable que existe entre MTR2 (pp. 19-20) y MTR3 (p. 32).
Otro aspecto que puede ser estudiado es el que se vincula con la enorme transformación operada al aparecer la nueva edición del año 2000.
De esta nueva edición, que es, en cierta medida, nuevo eslabón de un proyecto narrativo y no simple variante de un original, se podría también decir lo que señalara Augusto Roa Bastos a propósito de la nueva versión de su Hijo de hombre : no dejan de ser las mismas con respecto al original, pero son, sin embargo, obras enteramente nuevas (véase la “nota del autor ” en Augusto Roa Bastos, Hijo de hombre, Madrid, Alfaguara, 1985).
Las enmiendas introducidas en estos textos ilustran, a nuestro juicio, aspectos relevantes de las líneas directrices de la producción literaria del autor; además, constituyen ejemplos fehacientes de la interacción evidente entre el texto y su contexto, emergen como respuestas del discurso ante los desafíos de la realidad. De hecho, la lectura comparada de los textos revela la presencia de un significativo conjunto de modificaciones, reemplazos, supresiones y adiciones de distinta índole y calidad, ligadas con una determinada concepción de la escritura y con el marco sociocultural en el que ésta necesariamente se inserta.
Evidentemente no es nuestra intención aquí referirnos a todas las modificaciones y variantes que afectan a este texto en su nueva versión. Me limitaré sólo a proporcionar ciertos ejemplos de este importante trabajo de reelaboración.
Cabe señalar en primer lugar que en ambos casos existen núcleos invariables que atañen tanto a la disposición de la historia narrada así como a la estructura general del discurso. Idénticos acontecimientos y valores básicos que ambos textos pretenden relevar y revelar constituyen en ambas versiones los puntos cardinales de los universos simbólicos. En Martes Tristes, la historia de Ricaventura, el pueblo de las cuatro palmeras y de su riqueza salitrera, su utópico proyecto y su trágico destino de expoliación y destrucción, enmarcado por la aventura descubridora y encubridora de Diego de Almagro, sigue siendo el eje narrativo en torno al cual se despliegan las experiencias de personajes y discursos antagónicos en móviles y programas. Emergen y se entrelazan todo un conjunto de voces y memorias, lo que permite vislumbrar cuatro siglos de la historia de Chile desde la perspectiva de una epopeya de los postergados y humildes, insistiéndose en una valoración de los depositarios de determinados valores que se impone por sobre la usurpación y la ignominia.
Desde un punto de vista general, el primer nivel de metamorfosis es el de la disposición estructural. El texto de Martes Tristes en su primera edición (MTR2) estaba dividido en tres partes (Martes Tristes, Los Otros Martes, Los Últimos Martes), subdivididas en una serie de fragmentos, separados por blancos, de acuerdo con la presencia de ciertos cambios de focalización narrativa o de ubicación témporo-espacial de la diégesis. En Martes Tristes del año 2000 (MTR3), ya no hay división tripartita y el texto aparece escindido en 156 fragmentos separados por una serie invariable de cuatro símbolos (cruz, hoz y martillo, estrella y espadas cruzadas), símbolos que, además, encuadran la ilustración de la portada, una reproducción de La lección de anatomía, de Arturo Duclos, de quien se inserta un texto explicativo (“—Sobre símbolos y signos— Testimonio del artista”) y una breve biografía. Otros elementos paratextuales añadidos en MT2 son una advertencia (sin firma, aunque bien puede ser atribuida al editor) en la que se informa a propósito de la fortuna reservada en Chile a la primera edición y en general a la obra de Francisco Rivas, una nota del autor (“Los personajes y acontecimientos relatados en esta obra son imaginarios y cualquier coincidencia es casualidad. Sin embargo la realidad suele superar la ficción”) y un “Prólogo (Viernes venturoso)”, sin firma y atribuible al autor en el que, a partir del suceso de la detención de Augusto Pinochet en Londres, se establece una comparación entre los acontecimientos referidos en la novela y la historia contemporánea del país y se pone en evidencia el carácter alegórico de la narración.
Salta a la vista, y el fenómeno será corroborado al examinarse el texto de la novela, que las variaciones introducidas en esta segunda versión, sobre todo en lo que concierne las sustituciones y adiciones, se encaminan hacia una presentación más insistente del fenómeno de la repetición de los hechos históricos y a las nuevas manifestaciones de concreción de los grandes discursos e ideologías que han organizado la obtención y la detención del poder, esto es, los sistemas religioso, político, científico y militar. También se orientan hacia la actualización del contenido discursivo.
Al referirse a uno de los personajes representativos de la ignominia y la ambición, el narrador de la primera versión de Martes Tristes (MTR2) dice: “Bernardo Coca fue quien originó en la república la virtud de la ubicuidad. A esta forma de comportamiento se le dieron muchos nombres y algunos hasta la consideraron lícita. En todo caso los herederos de Coca proliferaron durante casi medio siglo y se extinguieron bruscamente, cuando cayó el tirano, el de la voz de pájaro y la gramática menesterosa, aquél que tuvo la peregrina idea de subastar el país y de veranear con sus ministros en la Antártica. Se dice que en esos días se volvieron a llenar las embajadas, pero que los muertos que hubo más se debieron al miedo y a la vergüenza que a las represalias” (p. 129). Mientras que en MTR3 este mismo pasaje experimenta una singular transformación : “Bernardo Coca fue quien originó en la República la virtud de la ubicuidad. A esta forma de comportamiento se le dieron muchos nombres y algunos hasta la consideraron lícita. En todo caso, los herederos de Coca proliferaron durante casi un siglo y a pesar de todas las predicciones no se extinguieron cuando cayó el tirano, el de la voz de pájaro y la gramática menesterosa, el que autorizaba hasta el movimiento de las hojas en otoño, aquél que aceptó la idea de subastar al país. Ese general, contradiciendo la norma continental, sobrevivió a su propia derrota y cuando suspiraba o su mirada se volvía torva, estos ubicuos, que habían sido sus adversarios y que después solícitos lo defendían, corrían a pedir refugio a las embajadas-madrigueras. De ellas sólo se privaban cuando al general se le esfumaba el exabrupto. Cuando el general tuvo la ocurrencia de ir a operarse a ultramar de una hernia que le martirizaba el espinazo, la ubicuidad se hizo endémica." (p. 149).
Veamos otro ejemplo. Un aspecto del episodio de la inauguración del ferrocarril en Ricaventura es narrado así en MTR2: “ …Ventura bendijo un monolito y una primera piedra que señalaría el terminal. Sería el monolito sobre el cual el embajador derramaría su primera y última lágrima por Ricaventura, la tarde en que se inició el viaje final del tren Cobija-Ricaventura. Serían días tristes, semejantes a aquellos en los que se derrumbó por obra de generales, los mismos que sólo pudieron contenerla por breves años. ” (MTR2, pp. 140-141). Y en la versión más reciente puede leerse : “ …Ventura bendijo un monolito y una primera piedra que señalaría el terminal. Sería el monolito sobre el cual el embajador derramaría su primera y última lágrima por Ricaventura, la tarde en que se inició el viaje final del tren Cobija-Ricaventura. Iban a ser días tristes, días de tenue democracia, semejantes a aquellos en los que esa democracia, muchos años después, se derrumbó por obra de cuatro generales traidores a los que, por mala fortuna nunca una bala les halló el sitio del corazón.” (MTR3, p. 162).
En la nueva versión de Martes Tristes también se percibe un número apreciable de supresiones. Tal vez la más destacada sea la que concierne la parte final del texto en la que, refiriéndose al destino ominoso reservado a la población, el narrador evoca la revelación profética experimentada por el último de sus habitantes (y cuyo parentesco con la visión del último de los Buendía de Cien años de soledad al descifrar los manuscritos de Melquíades parece evidente). Tales referencias desaparecen en MTR3 y, en cierta medida, son reemplazadas por un comentario narrativo en el que la voz autorial recoge la sospecha difundida acerca de la autenticidad de la existencia de Ricaventura (vid. pp. 333-334 de MTR2 y 389-390 de MTR32).
Como hemos señalado más arriba, sin alterar lo sustancial, más bien confiriéndole mayor fuerza y consistencia, las versiones de Martes Tristes buscan un nuevo enfoque correctivo de la Historia, en la expresión del testimonio y en la formulación de las modalidades enunciativas. Los cambios atañen las formulaciones valorativas, las particulares disposiciones de los hablantes con respecto a la materia evocada, sus grados de conocimiento, sus estimaciones y certezas, las relaciones entre lo inferido y lo referido.
Una vez apreciadas las distintas modificaciones introducidas en estos textos (y de cuya riqueza, complejidad y alcance esta presentación quiere ser tan sólo un anuncio y una incitación para un estudio pormenorizado), podemos inferir algunas de sus motivaciones y caracterizaciones. Hay, primero, un trabajo de corrección estilística y de reordenamiento, de clarificación, de búsqueda de otros equilibrios en los elementos internos. A lo cual puede añadirse que las nuevas versiones son el resultado de un doble movimiento de distanciamiento y de implicación, de un nuevo ejercicio de reexploración y reconocimiento, de un obstinado deber de memoria íntimamente asociado a una percepción y a una reacción frente a los nuevos parámetros contextuales. Son también pruebas fehacientes de una praxis que cuestiona y se autocuestiona, son reduplicantes paradigmas de la condición inacabada del texto y de su perpetuo movimiento y que, además, insisten en restituir al discurso su carácter de acontecimiento significante. Son, en definitiva, ejemplos determinantes de las tensiones que fracturan la vida social y los procesos de representación simbólica, pero que, por lo mismo, contribuyen a la puesta en práctica de una necesaria problematización y puesta en tela de juicio permanente de las prácticas discursivas y de su relación con el entorno social.
FRANCISCO RIVAS : MARTES TRISTES
Presentación general
TEXTO |
FECHA |
EPIGRAFE |
ESTRUCTURA |
OBSERVACIONES |
Cuaderno “Gibert” (C) |
Noviembre diciembre 1973 |
|
152 páginas |
Múltiples correcciones.
Tachaduras. |
Martes Tristes (M1)
Manuscrito. |
Enero 1974-abril 1976. |
“La justice sans la force est impuissante ; la force sans la justice est tyrannique”, Pascal. |
300 páginas, Tres partes:
Los primeros días
Los días que siguieron
Los últimos días |
Correcciones.
Tachaduras.
Adiciones. |
Martes Tristes (M2)
Manuscrito. |
Sin fecha. |
“El más alto heroísmo para un individuo como para un pueblo, es saber afrontar el ridículo”, M. de Unamuno. |
356 páginas. Tres partes:
“Martes tristes”
“Los otros martes”
“Los últimos martes” |
Adiciones.
Correcciones.
Texto próximo a la primera edición. |
Martes Tristes. Primera edición (MTR1).
Francisco Simón. |
Sin fecha [1983].
Santiago, Bruguera. |
Poema
“Los hombres del nitrato”
de Canto General de Pablo Neruda. |
354 páginas. Tres partes:
“Martes tristes”
“Los otros martes”
“Los últimos martes” |
Algunas modificaciones en relación con M2. |
Martes Tristes. Segunda edición (MTR2).
Francisco Simón. |
1987.
Santiago, Galinost. |
Poema
“Los hombres del nitrato”
de Canto General de Pablo Neruda. |
354 páginas. Tres partes:
“Martes tristes”
“Los otros martes”
“Los últimos martes” |
Texto idéntico a MTR1. |
Martes Tristes. Tercera edición (MTR3).
Francisco Rivas Larraín. |
2000.
Bogota, Enrique Dobry. |
Poema
“Los hombres del nitrato”
de Canto General de Pablo Neruda. |
391 páginas. Preámbulo + Advertencia + Prólogo
(“Viernes Venturoso”).
No hay partes. |
Grandes variaciones en relación con MTR2.
Introducción de paratextos e ilustraciones. |
Martes Tristes. Cuarta edición (MTR4).
Francisco Rivas. |
2001.
Santiago, Al Margen. |
Poema
“Los hombres del nitrato”
de Canto General de Pablo Neruda. |
364 páginas.
No hay partes |
Texto idéntico a MTR3.
Pero ni paratextos ni ilustraciones de MTR3. |
|