El ecléctico revés del mercado y la memoria en Fuenzalida de Nona Fernández y “Hacia la alegre civilización de la capital” de Samanta Schweblin


Leticia Contreras Candia

Pontificia Universidad Católica de Chile

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“La tecnología no sólo tiene inclinación, sino también capacidad para vengarse por sí misma del hombre de los modos más crueles imaginables”
(Friedman, La filosofía política de la Escuela de Frankfurt, 199).

En los albores de la década del noventa y hasta las postrimerías de la misma, Chile y Argentina experimentaron una serie de transformaciones en la gobernabilidad de cada nación, implementando una serie de “modernas” políticas renovadoras, las cuales repercutieron considerablemente en el modelamiento de las esferas públicas y privadas de la población, pues la cruzada neoliberal junto a las clases políticas dirigentes abrazaban como principal anhelo desvincularse de los procesos dictatoriales latinoamericanos dejando atrás un pasado traumático saturado de horror e injusticias.

De esta manera, las políticas estatales de ambos países orientaron todos sus esfuerzos en el establecimiento de una emergente economía de mercado que los posicionase al mundo como países desarrollados, sin embargo, la imperiosa construcción de proyectos nacionales que iluminarían el mal llamado “proceso de reconciliación nacional” de los nacientes estados democráticos, recibía y perpetuaba el legado dictatorial provisto de homogeneización e instrumentalización de los sujetos y sus cuerpos. En el caso argentino esta situación alcanzó su máxima expresión a través de serias crisis gubernamentales y  financieras, por otra parte, en Chile se borroneaba la memoria traumática reciente.

En este convulsionado escenario social surge un grupo de escritores(as) que reflexionan entorno a la memoria, las subalternidades, la política y los nocivos efectos del mercado en la sociedad latinoamericana, entre otras temáticas. En ese sentido, inician paulatinamente la construcción de espacios de (auto) representación empleando nuevos registros que agrieten el racionalizador discurso democrático neoliberal.

Las generaciones de escritores que conviven con el fenómeno de la transición democrática decodifican con otras claves de escritura la realidad posdictatorial. Particularmente desmitifican y dinamizan las políticas de la memoria, puesto que enuncian desde una perspectiva crítica de la realidad. Cabe destacar que las generaciones de posdictadura incorporaron a sus esquemas socioculturales el proceso  de globalización, la revolución mediática expresada en la presencia de las redes sociales (Facebook, Tweeter, Linked-In, Tumblr, Pinterest, etc.), los movimientos sociales (en el caso chileno es fundamental el movimiento estudiantil que se inicia el año 2006), el deshumanizador modelo económico neoliberal, el retorno de los exiliados políticos y la resignificación de la memoria traumática emplazada por las dictaduras militares. Así, el vínculo entre literatura y política es atravesado por la incorporación de proyectos escriturales personales respecto a las sensibilidades que graviten en el pensamiento generacional, vale decir, los escritores a partir de elecciones estéticas ficcionalizan los presupuestos políticos echando mano a un ecléctico repertorio de mecanismos de producción estético. 

En ese sentido, en esta oportunidad nos aproximaremos a la producción literaria de dos escritoras del Cono Sur, una de ellas es la chilena Nona Fernández (1) con su novela Fuenzalida (2012) y la otra propuesta que revisaremos será un cuento titulado “Hacia la alegre civilización de la capital” contenido en el libro El núcleo del disturbio (2002) de la trasandina Samanta Schweblin. (2) A raíz de sus experiencias político/culturales subalternas, las escritoras articulan una voz individual/colectiva que produce códigos propios y subjetividades resistentes al poder totalizador del Estado. De esta forma, los discursos de estas escritoras elaboran dispositivos que desestabilizan las reglamentaciones patriarcales y estatales, generando constantes desplazamientos entre el mundo privado y lo público.

Archivos de la memoria traumática reciente 

Nona Fernandez utiliza magistralmente la extratextualidad en su novela Fuenzalida (2012). Dicho concepto se entiende como la relación de un texto/discurso (oral o escrito) sostiene con otros textos/discursos (orales o escritos); el conjunto de textos con los que se vincula explícita o implícitamente un texto/discurso constituye una categoría especial de contexto, influyendo así en la máquina productora de textos y en la comprensión de los discursos. Por lo tanto, toda manifestación textual/discursiva pertenece a una larga tradición literaria gestada al interior de una cultura determinada, los registros y estructuras lingüísticas/culturales cobrarán sentido al activarse diálogos entre los múltiples textos, que circulan en la producción escritural de un emisor y en las variadas interpretaciones de un emisor. Fuenzalida (2012) es el relato de una generación que experimentó los toques de queda, centros de detención colindantes a sus casas, velatones, (3) funerales, apagones, bombazos, gente como Sebastián Acevedo que exigiendo justicia por sus dos hijos se quemó a lo bonzo, compatriotas que aparecían baleados, torturados y en un importante número muertos. La remisión que se hace del pasado en esta novela, permite entender el presente e inclusive vaticinar procesos ulteriores. En la novela advertimos mecanismos de representación y (auto)representación que denuncian los atropellos y violaciones a derechos humanos, desestabilizando los constructos ideológicos estatales al dar cuenta de las vejaciones cometidas por los aparatos de seguridad mediante propuestas estéticas transgresoras, es decir, Fernández pone en circulación otros valores/mercancías que crítica el deshumanizador modelo económico neoliberal y resignifica la memoria traumática emplazada por la dictadura de Pinochet.

A través de la voz de la protagonista que busca a su padre se enuncia y reflexiona sobre la tortura y la violencia, donde un número importante de la población se transformó en víctimas de la bota castrense. Fernández, integra fenómenos culturales como la trama de una telenovela llamada “Unidad de Urgencias” para (re)construir la historia personal de la protagonista, otorgando a sus reflexiones sobre el discurso dominante una clara proyección pública. La escritora nacional ve en el soporte comunicacional de la televisión una forma de mediatizar el influjo del Estado, inaugurando así múltiples campos de acción, autonomizándose del rigor del archivo para dar cabida a lenguajes-otros, códigos-otros, símbolos nacionales resquebrajados e identidades múltiples.

El vínculo entre política y literatura es atravesado por construcciones oníricas que permiten a la protagonista evidenciar la “profunda experiencia íntima del absolutismo vil, de su habilidad de penetrar en la mente, en el sueño, en la fantasía, en las ficciones [creadas en nuestra cotidianeidad], como si pudieran incluso penetrar el cuerpo” (Greenblatt, Teoría de la cultura. Un mapa de la cuestión, p. 94). En un pasaje de la novela que además constituye uno de sus epígrafes, se revela esta atmósfera onírica de la siguiente manera: “Cierra los ojos y sueña conmigo, en esos pasillos mi reflejo puede moverse y hasta bailar. Toma los hilos de esa marioneta, préstale tu voz y pon en mi boca las palabras que necesites. Convoca imágenes sueltas, recuerdos olvidados, olores y sabores añejos, y organízalos a tu gusto. Inventa un cuento que te sirva de memoria” (Fernández, Fuenzalida, p. 236).

La cita anterior expresa el simulacro que dotará de contenido aquellas zonas silenciadas por la historia oficial, sistematizando un entramado simbólico que visibiliza las contradicciones, responsabilidades y complicidades de los protagonistas de esa narrativa nacional. Uno de esos personajes es el director de un organismo de inteligencia nacional, el teniente de la Fuerza Aérea de Chile Raúl Fuentes Castro, quien a través de un sueño donde aparece Ernesto Fuenzalida (padre) transforma la realidad fáctica en representaciones fantasmagóricas con el propósito de intimidar a su adversario e invertir los horrores de la realidad; Fuentes Castro le dice a Ernesto Fuenzalida: “Hace poco tuve un sueño y usted estaba en él, maestro. Nos encontrábamos en un salón de combate, listos para enfrentarnos” (Fernández, Fuenzalida, p. 224).

Además, Fernández denuncia la implementación de un discurso legal y económico (neoliberalismo) legitimador de los intereses dictatoriales, los cuales se trasladaron al proceso de transición democrática determinando la sensibilidad de aquellos grupos sociales que dan curso al fenómeno posdictatorial chileno. En  Fuenzalida se explicitan muchos conflictos irresueltos de la sociedad chilena contemporánea, uno de ellos, por ejemplo, es la distribución espacial de la ciudad de Santiago que opera como representación de las políticas estatales, al definir aquellas dimensiones territoriales donde se instalan los grupos subalternos en función de los sectores dominantes, así es descrita la actividad de explotación en el barrio La Dehesa:

Temprano en la mañana llegan las micros de locomoción colectiva desde otras comunas de la capital trasladando al personal que trabaja en las dependencias del barrio. Las asesoras del hogar, los jardineros, los obreros, los barrenderos, las vendedoras de las tiendas comerciales, los vigilantes de seguridad. Mano de obra de todos los sectores de la ciudad han encontrado aquí una fuente de ingresos. Pasadas las ocho de la noche, la servidumbre se devuelve a los buses, trasladándose un par de horas hasta sus propios hogares. La Dehesa duerme tranquila hasta el día siguiente. (Fernández, Fuenzalida, p. 194).

En otras palabras,  el barrio de La Dehesa es un espacio donde se propicia una serie de restricciones emanadas del discurso económico, con el propósito de ejercer control sobre los individuos; activando, fijando y distribuyendo una serie de operaciones para establecer ejercicios de poder, los cuales de acuerdo a la planificación trazada por aquellas fracciones privilegiadas, pueden permanecer o transformarse. 

En relación a los ejercicios de violencia que el Estado chileno democrático heredó de la dictadura, en la novela se narra la brutal segregación experimentada por el pueblo mapuche, quienes han desarrollado una importante operación de resistencia cultural. Para Foucault, la lógica relacional del poder comprende que, así como este se configura desde múltiples centros o puntos de acción, los focos de resistencia también se articulan por todas partes y no existiría entonces un espacio univoco del rechazo. Por otra parte, los puntos de resistencia frente a los mecanismos de sujeción, se reinventan estipulando su diferencia.

Este esquema relacional, entre puntos de poder y zonas de resistencia, cobra sentido en la novela ya que desde la exposición normalizada (durante el segmento de noticias)  de un hecho de violencia  donde se aprecia un foco de resistencia, se desestabiliza los ordenamientos estales al visibilizar la versión de los vencidos. La imposición de una cultura sobre otra, es una herida político/cultural que el pueblo mapuche ha vivido en más de una oportunidad y ahora son aparatos represivos de Estado en plena era democrática quienes se encargan de silenciar violentamente su voz de lucha. Ha si es presenciado por la protagonista mientras va visitar a su hijo en el hospital:

En la pantalla del televisor de la pieza transmiten las noticias del mediodía. Veo un grupo de hombres, todos uniformados, entrando a una pequeña casa del sur. A punta de patadas y combos sacan a un comunero indígena, un dirigente mapuche, mientras el locutor habla de actos vandálicos y terroristas que deben ser castigados. La casa a la que llegan los carabineros es la casa del dirigente. Los niños que observan aterrados son los hijos del dirigente. La mesa tirada en el suelo, los platos rotos, las sillas quebradas, son los muebles de la familia del dirigente. El locutor de las noticias, un hombre guapo, de sonrisa resplandeciente y rostro bronceado, con un cierto seseo como de conquistador hispano, habla entre otras cosas de las enfermedades sociales, tan nocivas y tan difíciles de extirpar. (Fernández, Fuenzalida, p. 264).

De acuerdo a lo anterior, se ha provocado un desplazamiento en el imaginario nacional respecto al sujeto que concita la estricta vigilancia del Estado; en la dictadura eran los disidentes políticos que infestaban el cuerpo social con el “cáncer marxista”, por ese motivo los aparatos represores de Estado debían torturar y asesinar, ahora, son los mapuche que comprometen los ideales democráticos, por consiguiente, al parecer se justificarían los atropellos al cuerpo mapuche en virtud de la unidad nacional. Fernández,  abre una serie de posibilidades para comprender las bases del mal llamado “proceso democratizador chileno”, no obstante, debemos considerar que es un proyecto en construcción; con un saldo importante de víctimas y falsas promesas de progreso.

Subversiones siniestras de la dicotomía campo/ciudad

Las relaciones de camaradería e integración no son un fenómeno nuevo ni aislado entre los escritores latinoamericanos, conocidas son las fecundas y fraternales reuniones en que participaron prominentes figuras del boom latinoamericano como Julio Cortázar, Gabriel García Márquez, José Donoso y  Mario Vargas Llosa en el viejo continente, por otra parte, recordado es el encuentro entre las poetas Gabriela Mistral, Alfonsina Storni y Juana de Ibarbourou en Uruguay el año 1938. En este sentido, las citas entre los escritores han seguido prosperando, aunque indudablemente el advenimiento de internet constituyó un aporte significativo en las comunicaciones entabladas por los autores de distintas latitudes. Asimismo, la escritora argentina Samanta Schweblin visitó la ciudad de Santiago el año 2010 invitada al ciclo de lecturas Antología en Movimiento (4) instancia donde se produjo un interesante diálogo con la escritora nacional Claudia Apablaza (5) en relación a su producción literaria, sus vínculos con la narrativa chilena actual y la publicación en editoriales independientes. En esa oportunidad, Schweblin se refirió al cuento “Hacia la alegre civilización de la capital” contenido en su primer libro El núcleo del disturbio (2002), narración que en esta oportunidad intentaremos examinar.

En el caso del proyecto escritural de Samanta Schweblin, éste se instala en las propuestas estéticas diseñadas por autores que enuncian desde un imaginario posdictatorial y un nuevo escenario político en el sistema literario argentino. En el marco de un debate cultural crítico sobre la literatura, entendida como un espacio de lucha ideológica, se instala el acucioso trabajo de la argentina Elsa Drucaroff Los prisioneros de la torre. Política, relatos y jóvenes en la postdictadura (2011). La autora elabora una reflexión sobre las resonancias que la dictadura militar argentina tuvo en los proyectos escriturales de la Nueva Narrativa Argentina o las llamadas generaciones de posdictadura, ya que se aproxima a las obras de los jóvenes narradores desde el carácter dialógico que, según Bajtín en La estética de la creación verbal (1999), tienen los textos/discursos, pues para el filólogo ruso todo emisor ha sido antes receptor de muchos otros textos, los cuales se encuentran almacenados en su memoria y al momento de producir un texto tendrá como soporte discursivo los anteriores textos recepcionados. Por consiguiente, se establecerá un diálogo entre los textos/discursos, permitiendo reconocer una pluralidad de voces yuxtapuestas al interior del texto producido por un determinado emisor, de esta manera los enunciados dependerán unos de otros. Podemos mencionar como ejemplos de este vínculo solidario entre los enunciados a: la cita, el monólogo interior, la parodia o la ironía, donde se reconocen voces distintas a las del emisor, procedimientos textuales que advertimos en la producción literaria de escritores como Samanta Schweblin.

Retomando el trabajo de Drucaroff Los Prisioneros de la torre (2011), ella reconoce dos generaciones de posdictadura, la primera generación contiene a los escritores y escritoras nacidos aproximadamente entre 1961 y 1970. Establece ese periodo de apenas una década porque se trata de aquellos cuya conciencia ciudadana tendió a producirse o frente a la guerra de Malvinas, o frente al comienzo de la democracia, en 1983. Entre algunos de los autores que forman parte de esta primera generación podemos nombrar a: Laura Alcoba con su novela La casa de los conejos, Carlos Gamerro con su trabajo Las islas, Martín Kohan con Dos veces junio, un libro que transcurre durante el mundial de fútbol de 1978 y Pedro Mairal con El año del desierto, es una novela que integra el género de ciencia-ficción y donde no solo se pone en juego el imaginario de la represión dictatorial sino también otros previos, hasta entonces vedados por las generaciones anteriores, nos referimos a la resistencia popular armada, así se aprecia en la siguiente cita: “Esa avenida que encauzó a la chusma, la patota nacional, la violencia de las masas enceguecidas de ignorancia. Vamos a lograr que la Plaza [de Mayo] vuelva a ser de la gente de buena voluntad, de los argentinos hacedores de una República” (Mairal, El año del desierto, p. 141). De acuerdo al fragmento anterior, observamos como el discurso atrae dos fuerzas centrípetas: el deseo y las instituciones. Ambas, desde direcciones opuestas, desean llegar al centro del discurso. Aun así en esa búsqueda desencadenan el movimiento de una serie de engranajes, que despliegan poderes y peligros. A su vez estos se traducen en exclusiones y resistencias, cobrando significancia a partir de las prácticas sociales actuales. La segunda generación de posdictadura, “contiene a los escritores que hoy transitan la treintena junto con escritores veinteañeros que ya están produciendo una obra significativa, son los principales protagonistas de la NNA. También son los que, gracias a sus iniciativas, se empezaron a hacer más visibles en los suplementos culturales” (Drucaroff, Los prisioneros de la torre, p. 178).

En el caso particular de la narradora Samanta Schweblin, ella integraría la segunda generación de posdictadura pues “muchos nacieron a la conciencia ciudadana al calor de las manifestaciones por la educación en 1992 y su efeméride fundacional tiende a ser el 19-20 de diciembre de 2001 [la narradora argentina cumplía 33 años]” (p. 178), vale decir, en un proceso sociopolítico que develó las abrumadoras consecuencias del capitalismo tardío. Otro aspecto interesante que singulariza a estos escritores es el fuerte sentido de grupo que poseen, hecho que los llevó a organizar iniciativas que visibilizaran su trabajo literario en suplementos culturales (por ejemplo, la revista Mil Mamuts que en marzo de 2005 dedicó el dossier a Schweblin) y  comenzó a despertar el interés de algunos sectores académicos.

Por otro lado, los cuentos elaborados por la autora de El núcleo del disturbio configuran una sintaxis que los hacen dignos herederos de la tradición del cuento fantástico latinoamericano, en la cual se inscriben nombres como los de Quiroga, Cortázar y Borges. Es con la poética de éste último escritor que el trabajo de Schweblin tiene bastantes correspondencias. En primer lugar, ambos escritores comparten la situación no menor de dedicarse casi exclusivamente a la confección de cuentos; desde diferentes códigos estéticos resignifican la dicotomía civilización/barbarie, ya que interpelan en sus ficciones espacios del campo y la ciudad. En última instancia, tanto Borges como Schweblin expresan en sus narraciones la dificultad que conlleva la operacionalización de la ficción en la realidad, es decir, “la escritura de ficción se instala siempre en el futuro, trabaja con lo que todavía no es. Construye lo nuevo con los restos del presente” (Piglia, Crítica y ficción, p. 14).

De acuerdo a lo anterior, lo fundamental es detectar cómo la ficción representa la realidad y en el cuento “Hacia la alegre civilización de la capital” observamos la disposición paródica (6) de las lógicas normalizadoras que se diseminan en el espacio de la urbe con el propósito de distribuir los ordenamientos caóticos de la “capital” en la dimensión bárbara del campo. De este modo se instala la sospecha sobre la insuficiencia de los procesos modernizadores en la Argentina.

Recordemos que según Habermas la noción de modernización se “refiere a una gravilla de procesos acumulativos y que se refuerzan mutuamente: a la formación de capital y a la movilización de recursos; al desarrollo de las fuerzas productivas y al incremento de la productividad del trabajo; a la implantación de poderes políticos centralizados y al desarrollo de identidades nacionales … [o] de las formas de vida urbana” (Habermas, El discurso filosófico de la modernidad, p. 14) . La escritora argentina nota este proceso de modernización e inquiere socarronamente a la empresa capitalista y el aparato estatal burocrático, ya que son los “oficinistas”,  “los hombres de oficina” o “los hombrecitos de oficina” encabezados por el protagonista Gruner que se detiene en el tiempo homogeneizado y vacío de una estación de trenes (7) ubicada en medio del campo, ellos son los incapaces de dominar la barbarie del campo con los procedimientos modernizadores aprehendidos en la “alegre civilización de la capital”, debido a que el burócrata alienado ha sido manipulado por la integración falsa a la sociedad capitalista y el repertorio sociocultural que maneja no le es funcional para desenvolverse eficientemente en el campo.

Con el objetivo de ilustrar la conciencia de consumo del burócrata eficaz podemos revisar los siguientes acontecimientos acaecidos en la narración de Schweblin. En una primera etapa, Gruner se resiste a participar en las labores del campo y el narrador nos comenta: “pero Gruner, lo sabemos, se niega. Nada más terco que un oficinista como él. De escritorios sin divisiones, pero con línea telefónica particular, en el campo aún conserva su orgullo y sentado en un banco de madera se esfuerza por permanecer inmóvil durante toda la tarde” (Schweblin, Hacia la alegre civilización de la capital, p. 1). En esta cita el elemento dominador racionalizado que proviene del espacio de la ciudad comienza a revelar la instrumentalización que la burocracia hace de la identidad de los “oficinistas”, pues solamente tenemos acceso a una parcialidad de la subjetividad de Gruner, Gill, Cho y Gong mediante el reconocimiento de la psicología industrial, es decir, el lugar que ocupaban en la línea de producción. Así es corroborado por Gruner en el texto: “Descubrir en Gong facultades increíbles en lo que se refiere a teorías de eficiencia y trabajo grupal. En Gill, a un abogado de alto prestigio. En Cho, un contador capaz” (Schweblin, Hacia la alegre civilización de la capital, p. 1). Sin embargo, en la inversión de los ordenamientos civilizatorios emanados desde la urbe, el campo disloca su conocimiento de mundo al someterlos a nuevos mandatos, sus cuerpos son colonizados, de esta forma:

Las primeras tareas de Gruner que comienzan a hacerse habituales son el lavado de los platos después de la cena y, en la mañana, la preparación de la comida del perro…  Cazar con Cho conejos de campo, sugerir pagar para agradecer la buena voluntad de la familia, pagar al menos por la tan rica comida. Procurar saber cómo se hace esto y cómo lo otro y procurar también pagar por aquella información tan importante, que la cosecha se levanta por la mañana cuando aún el sol no molesta, y las horas del mediodía se destinan a las tareas de la casa. (Schweblin, Hacia la alegre civilización de la capital, p. 1).

En relación a la dimensión de lo privado en el ámbito de la casa habitada por Pe y Fi, notamos una crítica siniestra a la crisis de la vida cotidiana que experimenta el burócrata en la esfera privada, inmerso en agitados desplazamientos a lo largo y ancho de la ciudad, pues en el cuadro propuesto por Schweblin se rescata la sensibilidad del sujeto al compartir en torno a una comida caliente los saberes del campo, de esta manera es expresado por el narrador:

Dentro, el murmullo familiar. Con fraternales palmadas en los hombros, Pe felicita a sus hombres de oficina mientras ellos, agradecidos por todo, preparan una mesa que a Gruner le recuerda aquellas íntimas festividades navideñas de su infancia y, por qué no, a la alegre civilización de la Capital. Un Cho triunfal, complacido cazador exitoso, sirve el conejo. En la mesa rectangular, Pe y Fi se ubican a las cabeceras. A un lado se encuentran los oficinistas y, frente a ellos, Gruner, que a pedido de Gong y Gill pasa a uno y a otro lado de la mesa un salero que se solicita constantemente pero nunca alcanza a ser utilizado, hasta que Pe descubre en los rostros infantiles de Gong y Gill sonrisas ansiosas e infectadas de malicia, y con un llamado de atención concede a Gruner la posibilidad de abstenerse de ese pase agotador y de probar, por fin y ya de noche, su primer plato del día. (Schweblin, Hacia la alegre civilización de la capital, p. 1).

Sin embargo, la escena anterior aduce la bizarra farsa familiar constituida por Pe y Fi que adoptan los roles paterno y materno, respectivamente, los “oficinistas” adscriben a una infancia performativizada donde reciben gustosos los mimos de sus cariñosos “progenitores” y son sojuzgados por la autoridad del padre. Esta imagen despierta en el lector un efecto estético ominoso (recordemos que para Freud esta clasificación “es aquella variedad de lo terrorífico que se remonta a lo consabido de antiguo a lo familiar desde hace largo tiempo” (Freud, Obras Completas, p. 220), ya que luego los queridos retoños Gong y Gill se despojan de las máscaras de felicidad familiar ante Gruner y Cho, escupiendo las almohadas de sus afectivos padres adoptivos. Schweblin, poco a poco va montando los soportes de  un andamiaje narrativo que solamente alcanza pleno sentido en un proceso colaborativo del lector, puesto que es él quien actualiza la angustia de los personajes. Freud, al respecto, sostiene: “el creador literario […] oculta largo tiempo las premisas que en verdad ha escogido para el mundo supuesto por él o va dejando para el final, con habilidad y astucia, ese esclarecimiento decisivo [confirmando que] la ficción abre al sentimiento ominoso nuevas posibilidades que faltan en el vivenciar” (Freud, Obras Completas, p. 250). En esa dirección, cuando al final los “oficinistas” logran abordar el tren y dirigen su mirada hacia atrás, a la estación de trenes atiborrada de personas, experimentan un sentimiento de orfandad y ominosidad.

Por cierto, al respecto Elsa Drucaroff plantea sobre “Hacia la alegre civilización a la capital” que: “apela al absurdo, al humor, reelabora hallazgos kafkianos y construye un cruce tiempo-espacio abstracto donde el tiempo está detenido y cualquier traslado geográfico termina llevando a la gente a un lugar exactamente igual del que partió” (Drucaroff, Los prisioneros de la torre, p. 23). En consecuencia, los personajes son profundamente determinados por la configuración de un cronotopo  provinciano. (8)

Retomado la propuesta de Drucaroff sobre el constante retorno de los personajes al mismo lugar de donde partieron, resulta interesante advertir en  los procedimientos estéticos que posibilitan la contaminación entre las orillas del campo/ciudad y el despliegue de una serie de querellas  que en un movimiento oscilatorio coexisten en el cuento de Schweblin. Frente a este pulsional diálogo solamente percibimos resonancias de  preguntas, pero en ningún caso certezas que persigan obtener soluciones definitivas a las nefastas consecuencias del capitalismo tardío, la memoria traumática de la historia nacional argentina o la restitución de la dignidad de los trabajadores latinoamericanos. La poética de la narradora argentina Samanta Schweblin, ha reinterpretado y pluralizado de sentidos a la NNA con una conciencia de que la literatura puede hacer comparecer y subvertir las relaciones de pensamiento binario, abonando el terreno fértil para desarrollar en la escritura las luchas ideológicas que logren fisurar, en alguna medida, las superestructuras sociales.

Nona Fernández y Samanta Schweblin frente a los ejercicios de poder articulados por los estados posdictatoriales, a través de su escritura, interpelan los ordenamientos discursivos impuestos por los grupos de poder y crean intersticios, tensiones y márgenes subversivos, en clara oposición a los mecanismos de sujeción ejercidos sobre los sujetos marginales. Ellas, mediante sus textos literarios expresan la realidad social contemporánea, pero también la cambian, contradicen y niegan; intentan revelar un entramado simbólico disidente al imaginario nacional.

Ante el amplio espectro de literatura posdictatorial publicada en el Cono Sur, ambas escritoras nos presentan una propuesta escritural que desafía los discursos e imaginarios modernizadores de la nación; dinamizan las políticas de la memoria al visibilizar la voz de los vencidos, configurando un espacio de resistencia frente al proceso “transición democrática”, normalización del cuerpo físico/cultural latinoamericano y modernización del modelo económico.

De esta manera, las escritoras ponen en duda la pretendida homogeneización de la población, instalando un amplio espectro de subjetividades alternativas nómadas, en constante transformación, que interpelan a los ejercicios normativos del Estado.    

Bibliografía

Bajtín, Mijaíl. Estética de la creación verbal. Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores, 1999.

Castro, Rodrigo. Foucault y el cuidado de la libertad. Ética para un rostro de arena.    Santiago: Lom Ediciones, 2008.

Diéguez, Ileana. Escenarios liminales: teatralidades, performances y política. Buenos Aires: Atuel, 2007.

Drucaroff, Elsa. Los prisioneros de la torre. Política, relatos y jóvenes en la postdictadura.    Buenos Aires: Emecé, 2011.

Fernández, Nona. Fuenzalida. Santiago: Random House Mondadori, 2012.

Freud, Sigmund. Obras Completas. Buenos Aires: Amorrortu, 1976.

Friedman, George. La filosofía política de la Escuela de Frankfurt. México: Fondo de Cultura Ecónomica, 1986.

Greenblalt, Stephen. "Sueños reales". Teoría de la cultura. Un mapa de la cuestión. Comps.Gerhart Schöder y Helga Breuninger. México: Fondo de Cultura, 2001, pp. 93-114.

Habermas, Jürgen. El discurso filosófico de la modernidad. Madrid: Taurus, 2000.
Piglia, Ricardo. Crítica y ficción. Buenos Aires: DeBolsillo, 2014.  

Schweblin. Samanta. “Hacia la alegre civilización de la capital”. Revista Literaria. Consultado el lunes 01 de Julio de 2018 en: http://www.revista-ese.com.ar/samanta_schweblin.html

Todorov, Tzvetan. Los abusos de la memoria. 1992. Trad. Miguel Salazar. Barcelona: Paidós, 2000.

Notas

(1) Nona Fernández nació en Santiago el año 1971. Es actriz y escritora. Ha publicado el volumen de cuentos El cielo (2000), las novelas Mapocho (2002), Av. 10 de Julio Huamachuco (2007), ambas ganadoras del premio Municipal de Literatura y traducidas al alemán por la editorial austriaca Septim Verlag; y Fuenzalida (2012). Sus cuentos han sido traducidos y publicados en diversas antologías nacionales e internacionales, obteniendo distinciones como el primer lugar de los Juegos Literarios Gabriela Mistral. El Taller, su primera pieza teatral –incluida en Bestiario (2013)-, se estrenó en 2012 por su compañía La fusa, y obtuvo el Premio Altazor a la mejor dramaturgia. Actualmente combina su trabajo literario y teatral con el de guionista, destacándose en la escritura de series televisivas como Los archivos del Cardenal o Secretos en el jardín.

(2) Samanta Schweblin nació en Buenos Aires, en 1978, donde estudió cine y televisión. Su primer libro de cuentos El núcleo del disturbio del 2002, obtuvo los premios del Fondo Nacional de las Artes y el Concurso Haroldo Conti. Su segundo libro, Pájaros en la boca del año 2009, obtuvo el premio Casa de las Américas, ha sido traducido a trece idiomas y publicado en veintidos países. Becada por distintas instituciones vivió temporalmente en Oaxaca (México), Toscana (Italia) y Berlín (Alemania), donde reside actualmente. Fue recientemente seleccionada por la prestigiosa revista Granta como una de los mejores jóvenes narradores en español y acaba de obtener la última edición del premio Juan Rulfo de Francia.

(3) Las velatones constituyeron un homenaje a las víctimas de la dictadura de Pinochet, en las cuales se encendían velas para recordar a aquellos y aquellas que fueron detenidos, torturados y desaparecidos por los aparatos de seguridad e inteligencia nacional.

(4) Antología en Movimiento, es un ciclo de lecturas y conversaciones entre diversos actores culturales del medio literario que inició sus actividades el año 2009 (cuenta con el auspicio y patrocinio de la Fundación Pablo Neruda). Entre algunos de sus invitados se cuentan: Lolita Bosch (España), José Kozer (Cuba), Niall Binns (Inglaterra), Roger Santiváñez (Perú), Diego Trelles Paz (Perú), Timo Berger (Alemania), Oliverio Coehlo (Argentina), Sergio Raimondi (Argentina), Martin Kohan (Argentina), Rodrigo Hasbún (Bolivia), Liliana Colanzi (Bolivia), Susy Delgado (Paraguay) y Martín Gambarotta (Argentina). 

(5) Claudia Apablaza, escritora chilena nacida el 20 de octubre de 1978 en la ciudad de Rancagua. Algunas de sus publicaciones son: Autoformato (2006), Siempre te creíste la Virginia Woolf (2011) y Goo y el amor (2012).

(6) Respecto al sentido de la parodia, seguimos la propuesta de Piglia sobre los dispositivos literarios que un escritor emplea en la construcción de ficciones. Señala el crítico argentino: “en sus mecanismos internos la literatura representa las relaciones sociales y esas relaciones determinan la práctica y la definen. Lo básico para mí es que esa relación con los otros textos, con los textos de otro que el escritor usa en su escritura, esa relación con la literatura ya escrita que funciona como condición de producción está cruzada y determinada por las relaciones de propiedad. Así el escritor enfrenta de un modo específico la contradicción entre escritura social y apropiación privada que aparece muy visiblemente en las cuestiones que suscitan el plagio, la cita, la parodia, la traducción, el pastiche, el apócrifo (62-63).

(7) En el  tren o ferrocarril se organiza una serie de vagones o coches conectados por una locomotora generalmente circulan sobre carriles permanentes para el transporte de mercancías o pasajeros de un lugar a otro. Esta maquinaria es una da las figuras representativas de la tecnologización  que supone los procesos modernizadores de la sociedad capitalista.

(8) La noción de "cronotopo" que Bajtín extrapola de la física, expresa el carácter indisoluble del espacio y el tiempo, que, concebidos en vinculación con el movimiento y la materia, se configuran como sus propiedades, y, así, el tiempo puede ser una coordenada espacial: la cuarta dimensión del espacio. Desde esta perspectiva, Bajtín, en “Las formas del tiempo y del cronotopo en la novela”, define al cronotopo como la conexión esencial de las relaciones temporales y espaciales asimiladas artísticamente en la literatura.